Etapas o fases del duelo

En el campo de la psicología y la salud mental, se ha realizado una extensa investigación sobre las fases del duelo. Estos estudios buscan profundizar en la comprensión de cómo las personas enfrentan y se adaptan a las pérdidas significativas en sus vidas. A través de la investigación, se ha descubierto que el duelo es un proceso complejo y personal que no sigue un patrón rígido, pero que tiende a involucrar una serie de etapas emocionales y psicológicas. Este conocimiento es valioso ya que proporciona una guía para comprender y acompañar a quienes están pasando por el duelo.

La fase de negación

La negación sucede cuando acabamos de conocer la peor y triste noticia, y nuestra mente reacciona como «no puede ser verdad», «no me puede ser cierto», «no estoy preparada/o», «no me dejes ahora”, … En esta etapa inicial, es común sentir una sensación de incredulidad y negar la realidad de la pérdida.

Puede haber una resistencia a aceptar la situación, buscando indicios de que todo sigue como antes. Es importante recordar que la negación es una respuesta natural y temporal que nos ayuda a asimilar de forma gradual la pérdida. Nuestro cuerpo necesita tiempo para afrontar la situación y dosificar el impacto emocional y dolor.

En realidad, la negación cumple la función de protegernos mentalmente para que el suceso se vaya asimilando poco a poco. Son noticias que no esperamos y que, por ello no estamos preparados para aceptar. Es estrategia evolutiva.

La fase de ira

Tras la negación llega la ira, rabia, enfado, enojo y frustración. Una emoción que surge cuando no entendemos la situación, no comprendes lo que ha pasado y buscamos culpables. Los pensamientos pueden estar dirigidos hacia otras personas, hacia nosotros mismos o incluso hacia la entidad o circunstancia que consideramos responsable de la pérdida.

Cómo toda emoción, la ira es necesaria y adaptativa, y es una respuesta emocional que contrarresta a la tristeza, que es mucha más pasiva.

El cuerpo tras la orden de la mente libera hormonas llamadas catecolaminas que aumentan la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y la capacidad respiratoria, además de un aumento de la adrenalina en sangre.

La fase de negociación

En esta etapa, es común que intentemos encontrar una solución para evitar o revertir la pérdida. Podemos hacer promesas, ruegos o buscar acuerdos con nosotros mismos, con otras personas o incluso con figuras religiosas o espirituales. La negociación es una forma de intentar lidiar con la realidad y encontrar un sentido a la pérdida.

La fase de tristeza

Después de afrontar la ira y la negociación, y no encuentras ninguna solución y te sientes impotente, se genera por nuestro inconsciente la tristeza, la desesperanza y la apatía, para bajar la actividad, economizar recursos y evitar que gastemos energía de forma innecesaria.

Aunque es una emoción que tiene mala fama, es tan importante como las demás y cumple una función adaptativa y de autoprotección que incentiva que la persona centre la atención en sí mismo, en su situación, en su vida en general, en lugar del estímulo dañinos. Puede haber un retiro emocional y una dificultad para disfrutar las actividades cotidianas.

 Lo más importante de la tristeza es que activa la búsqueda de apoyo social que facilita la salida de la situación depresiva. La persona triste genera empatía en lo otros, haciendo que se identifiquen con su estado emocional, pero al no estar tan desesperanzados y desalentados, les permite buscar soluciones creativas, facilitando apoyo y comprensión, reforzándose así los vínculos sociales.

En el caso de una tristeza que desemboque en una depresión requerirá de tratamiento de profesionales especializados en duelo.

La fase de aceptación

En esta última etapa, comenzamos a aceptar la realidad de la pérdida y a adaptarnos a una vida sin lo que hemos perdido. Aunque aún pueden surgir momentos de tristeza y nostalgia, gradualmente vamos encontrando una manera de seguir adelante. La aceptación no implica olvidar o dejar de extrañar, sino integrar la experiencia de la pérdida en nuestra historia de vida.

En esta etapa surge ya la alegría, que podría parecer que no cumple ninguna función y, sin embargo, es uno de los mecanismos de nuestra mente para incentivar la acción. Es el reforzador de conducta natural más potente que tenemos, que mueve a la persona a esforzarse y persistir en sus metas.

La alegría que ya va surgiendo, disminuye el estrés, reduce la ansiedad, facilita la posibilidad de explorar nuevas alternativas y nos empuja a aumentar la interacción social y a compartir nuestro estado emocional. A nivel fisiológico se aumenta la tasa cardiaca, aumenta levemente el ritmo respiratorio, hay una mayor liberación de endorfinas y dopamina (la hormona de la felicidad) entre otras.

Conclusión

Es importante destacar que estas etapas no son lineales ni están limitadas a un período específico de tiempo. Cada persona puede experimentarlas de manera única, tanto en longitud como en intensidad. Además, pueden aparecer de forma simultánea o en diferente orden. El duelo es un proceso individual y no hay una forma «correcta» de atravesarlo.

El duelo es un proceso adaptativo generado por nuestra mente para ayudarnos a sobrevivir en esta experiencia que es la Tierra, pero hay que pasarlo.

Comparte

Más artículos

Envíanos un mensaje

Dirección

Horario

Rnova Security © Todos los derechos reservados
Scroll al inicio